sábado, 29 de diciembre de 2012

EL RELOJERO

 
Era de noche en su taller de barrio. En las calles el silencio se apoderaba, solo una pareja aún caminaba, seguro de regreso a su casa. Los niños de la vecindad hacia ratos que habían dejado de quemar cohetillos y jugar pelota. Fue más por obligación que por cansancio, porque vi a la vecina regañar a los gemelos y amenazarlos con quitarles los videojuegos si no entraban a la casa y dejaban de molestar al vecindario.
 
El relojero hacía ratos que estaba trabajando en su más importante proyecto: el reloj que instalarían en el edificio municipal del pueblo. Semejante honor no lo tenía cualquiera -se decía- y por eso se desvelaba, había dejado de comer como acostumbraba y casi ni salía a la calle por estar absorto y enfocado en su labor.
 
Una vez había hecho el que consideraba su mejor reloj de pulsera ¡Maestro! le decían quienes lo miraban, y fue el regalo que le dio a su esposa hace varios años atrás. Pero el destino se encargó de hacer lo que sólo el destino sabe hacer: lo inevitable. Y desde hacía años que su musa ya no caminaba ni reía en los pasillos de su casa. Ese lugar que desde entonces dejó de llamar casa y llamó su taller.
 
Largas horas reparando relojes de todos tipos, marcas y tamaños, fabricando nuevos modelos, pensando e ideando nuevos proyectos, todo con tal de no tener vida, porque su vida sólo era el trabajo. Con el trabajo se distraía, para no pensar en su amada, para no pensar en su desdicha, para no tener que enfrentarse con su realidad.
 
Así pasaron los años y ese golpe de suerte y la calidad de su trabajo hicieron que el alcalde lo nombrara el jefe de tan importante proyecto: "ponerle un traje al tiempo", algo que todo visitante local o extrajero pudiera admirar y nunca olvidar: El reloj que haría famosa la ciudad.
 
Y se lo tomó en serio, sabía que era lo que lo iba a catapultar como el mejor relojero de la región, que digo de la región, del país, del continente... Pero no fue fácil el camino hacia el que consideraba sería su más grande éxito.
 
Ya sin inspiración, sin su musa predilecta era más difícil que la creatividad y el ingenio lo visitaran... se habían ido también. Y en sus sueños soñaba con ese reloj perfecto, con su mecanismo preciso, con todas sus piezas trabajando en armonía. Pero al despertar simplemente no lo recordaba...
 
Finalmente en una noche de Diciembre, muy cerca del año nuevo tuvo esa visión que era la que esperaba y pudo completar las piezas y hacer que el reloj funcionara... pero fue grande sus sorpresa cuando las manecillas corrían al revés, como regresando el tiempo. Y así fue como lo sintió ese día, eso fue lo que siempre quiso hacer: regresar el tiempo, -detener el tiempo hubiera querido- para reencontrarse con ella en aquel lugar donde se conocieron, donde se rieron por primera vez, donde sus ojos brillaron más fuerte que el sol de marzo... o de abril, simplemente ya no lo recuerda.
 
Eso es lo que cuenta la historia, porque nadie lo encontró en su taller al siguiente día. Sólo encontraron la luz encendida, una taza de café fría y varias piezas y engranajes de relojes. Algunos dicen que de veras pudo regresar el tiempo y que está reescribiendo su historia. Otros dicen que dejó la ciudad para reinventarse en otro lugar.
 
El tiempo finalmente encontró su mejor traje ese día.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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